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spiritualita_cabriniana

Santa Francesca Javier Cabrini, proclamada Santa en 1946 y en 1950 "Patrona Celeste de los Emigrantes", es conocida principalmente por su extraordinaria actividad apostólica en los Estados Unidos y en América del Sur a favor de los emigrantes italianos a quienes el Papa León XIII la envió en 1889.

Menos conocida es su mística apostólica que maduró a la luz de dos grandes fuentes: la espiritualidad del Sagrado Corazón y su intensa vida misionera. Esta última la llevó a cruzar el océano más de 24 veces y a recorrer vastas regiones en tren, carruaje, a pie e incluso a caballo, siempre con el único propósito de llevar el consuelo del amor de Dios a quienes se encontraban más solos, marginados y desesperados.

La síntesis cristiana que Madre Cabrini supo realizar entre la desbordante actividad apostólica y la contemplación es precisamente la base de su espiritualidad.

Madre Cabrini nunca teorizó su vivencia espiritual, que se alimentó principalmente del culto al Sagrado Corazón, pero a través de su experiencia cristiana, su acción, sus gestos, sus decisiones y sus numerosos escritos, es posible deducir algunas claves para entender su espiritualidad vivida y experimentada en la vida misionera.

Las características fundamentales son aquellas, como se ha dicho, de la espiritualidad del Sagrado Corazón, todas centradas en compartir los sentimientos del Corazón de Jesús, hacer propios sus intereses, sus preferencias, “aprendiendo de Él, que es manso y humilde de corazón” (Mt. 11,29), compartiendo su misión de salvación, ofreciéndose a sí mismos en oblación, por la humanidad y en reparación del pecado. Madre Cabrini asume toda la riqueza y profundidad de la experiencia de esta espiritualidad que, sin embargo, adapta continuamente a las necesidades de la vida misionera, superando esos aspectos intimistas, aunque muy válidos, en favor de una reparación.

En la espiritualidad de Madre Cabrini, su fuente era el Sagrado Corazón de Jesús, y su vocación misionera era el arroyo que ella alimentaba con su incansable actividad apostólica.

También la vida peregrina y la experiencia constante de viajar debieron influir considerablemente en la espiritualidad misionera de Santa Francesca Cabrini. En primer lugar, viajar continuamente da una sensación de fondo: no tenemos morada permanente en esta tierra (cf. Heb. 13,14). Esta sensación hace vivir la provisionalidad en todo, facilitando, en cierto modo, el desapego de las personas, de las cosas y de las propias ideas, pero, al mismo tiempo, exige cierto heroísmo porque se está llamado a vivir intensa e interiormente las propias responsabilidades en situaciones provisionales, dándole a todo el toque de la estabilidad confiándoselo a aquellos que permanecen. De esta manera, lo provisional se puede enlazar con lo eterno, que está representado por el Amor de Dios, que es permanente, y que sostiene también nuestro equilibrio interior, y con el amor al prójimo que nos hace amar incondicionalmente a quienquiera que se cruce en nuestro camino.

Una característica de su espiritualidad es la concreción del amor, un amor siempre abierto a las necesidades de los demás, siempre dispuesto a “hacer algo”, un amor siempre listo para dar la vida.

"Recuérdenlo siempre, hijas mías: ustedes son los ángeles guardianes de la tierra y, por lo tanto, estén siempre listas para volar adonde la obediencia las lleve, en los vastos campos de la caridad. Que la vida sea un sacrificio continuo de ustedes mismas en favor de la familia humana, y que su mayor alegría sea trabajar mucho, rezar mucho y renovar constantemente su entrega como víctimas de expiación y reconciliación entre el cielo y la tierra."

La escucha de la voz del Esposo que habla, que sugiere, que sostiene está, sin embargo, estrechamente vinculada al discernimiento, a la constante búsqueda de la Voluntad de Dios. Esta Voluntad requiere amor y un corazón perfectamente libre de otros intereses que no sean los de Dios: “...pero cuidado, porque para escuchar y entender la voz de Jesús no debe haber en el alma el estruendo de las pasiones, de lo contrario, lo confundirán realmente con el hortelano o con el deshollinador”.

Cfr. Libérense y desplieguen sus alas

 

Ser portadoras del amor de Cristo en el mundo: este es el don del Espíritu Santo al pueblo de Dios. Este don se revela y expresa concretamente a través de la vida y el testimonio de Santa Francisca Javier Cabrini y de nosotras, Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús, junto con las Misioneras Laicas Cabrinianas (MLC) y los colaboradores en la misión.

Juntas, atraídas por este carisma, compartimos una variedad de ministerios mediante los cuales nos esforzamos por ser fieles testigos del amor de Cristo en el mundo.

 

 

“Ningún trabajo será demasiado difícil, ninguna tierra demasiado lejana, ninguna persona demasiado herida para el amor del Corazón de Jesús y para todos aquellos invitados a ser portadores del amor de Cristo en el mundo.”

 

 

Gracias a Hermana María Barbagallo MSC por estos textos.